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miércoles, 7 de enero de 2009

Sobre los mexicanismos gandalla y agandallar: Carlos Montemayor / I y II 1 y 2

Carlos Montemayor / I
Sobre los mexicanismos gandalla y agandallar

El Diccionario de la Real Academia Española, en su edición de 1984, registra la voz gandaya con dos acepciones. La primera, como “vida holgazana”, con las expresiones o frases “andar uno a la gandaya”, o “buscar o correr uno la gandaya”, o “ir por la gandaya”, significando todas “buscarse la vida el vagabundo que no tiene ocupación fija”. La segunda acepción es “redecilla del pelo”. La edición de 2001 registra como primera acepción tuna, con el sentido de “vida libre y vagabunda”. La historia de estas acepciones es interesante y nos puede ilustrar ampliamente su uso en México.

La primera documentación literaria de esta palabra en castellano con el sentido de “ociosidad y bribonería” se remonta al año de 1646, en la novela picaresca tardía del Estebanillo, pero la acepción de “redecilla para recoger el cabello” no aparece sino hasta la edición de 1817 del Diccionario de la Academia. El antecendente inmediato del castellano gandaya y, como veremos al final, del portugués gandaia y del gallego gandaina es la voz catalana gandalla, que proviene, a su vez, del occitano antiguo gandir y ésta del gótico wandjan. La voz catalana gandalla significa “especie de redecilla para el cabello, tuna, vida holgazana”, probablemente porque los bandoleros catalanes de los siglos XVI y XVII llevaban el cabello recogido con gandall o gandalla, una especie de cofia de uso frecuente desde el siglo XV y que Fabra definió como “prenda para la cabeza, hecha de malla de seda, con una borla en la punta”.

En el teatro catalán suele representarse al antiguo bandolero cubierto con gandalla, pues esta precaución le era muy útil a quien tenía que andar huyendo o desplazándose rápidamente entre bosques o maleza. Los grandes lexicográfos Joan Corominas y José Pascual ven natural que se derive la acepción del siglo XVIII, “vida airada, vida holgazana”, de la gandall o “red” del siglo XV por ser característica de los bandoleros catalanes que atrajeron la atención de varios clásicos castellanos, como vemos en las comedias de Tirso y de Lope con el Catalán Serrallonga, por ejemplo, o con Roque Guinart en El Quijote y en La Cueva de Salamanca, además de que la palabra misma bandolero fue también un catalanismo de esa época. No ven tampoco dificultad en que la terminación alla se haya trocado en aya (variación fonética imperceptible ya para nosotros los mexicanos, que hemos perdido esa diferenciación fonética junto con otras más, como las de la “s”, “c” y “z” o las de la “j” y la “g” fuerte), pues esta pronunciación “vulgar” era común en varias regiones y grupos y fue de uso corriente en el noreste de Cataluña, donde se intensificó el bandolerismo y por lo tanto resultaba natural que se propagara con la acepción de “red” al habla de Tortosa, Maestrazgo y a la zona catalana de Teruel, antes de pasar al castellano y luego al portugués.

En un documento catalán del año 1480 se registra la palabra gandalla entre varias prendas de vestir para damas (o “arreos de mujeres” como dice el documento: e altres qualsevol arreus de dones) y se le enlista con las variantes de oro y de seda: “qualsevol coses fetes de teleria, canamaçeria ho de cotó, fora lo dit Principat... com son camises, cossets, gandalles d’or, de seda, panyos, capells de dona e altres qualsevol arreus de dones, e altres de quines vulla specia sien”. Pero otro documento agrega que también la usaban los hombres y que la dejaban oscilar o colgar por atrás: “barretina de punt clar, de seda; la usaven els homes; la deixaven baldar pel darrera... i acabava amb un plomall”. Otro viejo vocabulario, el de Tortosa, registra gandaia como “espècie de còfia, feta de xarxa espessa de seda, de colors”.

Ahora bien, había dicho que esta voz catalana provenía del occitano antiguo gandir. Esto es así porque el grupo consonántico “nd” y el grupo inicial ga sugieren el préstamo occitano y porque se podría derivar gandalla de la idea de “proteger o defender” que tiene el verbo mismo, en este caso con referencia al cabello. En el occitano o “lengua de Oc” gandir tiene varias accepciones: “huir”, “escapar, eludir”, “librarse”, “refugiarse”, que implica un sentido de protección pero también de “prófugos” o de individuos “perseguidos”. Además, en el occitano se tienen voces como gandalhà o gandaia que significa “errar de un sitio a otro, vagabundear”, gandalho y gandalhàs, con el sentido de “andarín, desvergonzado, caprichoso, bromista”, o gandalhos “cabellos largos que caen sobre las sienes”, que se derivan de manera natural de gandir y de otras expresiones como se gandir “salvarse, refugiarse”, ganda “vuelta, recodo, subterfugio” y gandilh “rodeo, recodo”.

Pero estas voces proceden, a su vez, como había adelantado, del gótico wandjan “dar vuelta” (en alemán actual wenden), y de sus derivados uswandjan (en alemán actual sich wegwenden), atwandjan (en alemán actual zuwenden), biwandjan (en alemán actual vermeiden) o gawandjan (en alemán actual zurückkehren o hinlenken), voces que no fueron ajenas al catalán antiguo y que facilitaron que gandalla denotara la vida del proscrito, refugiado en las montañas o los bosques, de donde pasaría luego a “vagabundería” y a la prenda característica de esos proscritos o bandoleros, pues, como señalan Corominas y Pascual, aunque el bandolerismo clásico catalán llegó a su apogeo después del siglo XV, en que aparece gandalla como “cofia”, sus raíces se extienden hasta las guerras civiles de Jaime de Urgel, de Juan II y de los Remences, que se sucedieron casi ininterrumpidamente desde principios de esa centuria.

Los sentidos de los vocablos y derivados góticos mencionados son muy útiles para nuestro asunto. Como son visibles aún en el alemán actual he seleccionado de sus usos actuales, algunos verbos, sustantivos y adjetivos que nos pueden ayudar a entender esto con mayor claridad. La vieja voz wandjan es ahora wenden; se trata de un verbo transitivo que significa “dar vuelta a algo, invertir su posición” y que en la expresión sech wenden, por ejemplo, significa “tomar otro rumbo”. Wegwenden es otro verbo transitivo que significa “desviarse de camino” (pues weg es “camino” y wenden “torcer” o “desviarse”). Como sustantivo femenino Wende es “vuelta, cambio, recodo”; es común su uso en la expresión an der Wende des Jahrhunderts, “al terminar, doblar o torcer el siglo”, expresión muy cercana a la inglesa the turn of the century. Por ello puede hablarse, en geometría, de Wendepunkt, “punto de inflexión o de viraje” (y por ello, en sentido figurado, de “punto de solsticio” y “crisis”), o en mecánica de Wende-eisen, “atornillador”, Wendescheibe “disco giratorio” o Wendeltreppe “escalera de caracol”. El sustantivo Wendung significa “vuelta, giro, conversión, crisis” y una de las acepciones del adjetivo wendig es también “acomodadizo”.

La constelación de sentidos de wandjan, gandir y gandalla en el gótico, el occitano y el catalán revelan, pues, el amplio espectro que puede adquirir gandaya en el castellano a propósito de bandolero, fugitivo, tortuoso, torcido, elusivo, vagabundo, bribón, holgazán. Sin embargo, las palabras wandjan, gandir, gandalla y gandaya y sus derivados en el gótico, el occitano, el catalán y el castellano son aún insuficientes para entender los sentidos y los derivados léxicos actuales en el español de México. El eslabón que falta en esta cadena, el eslabón que nos hará reconocer completo el parentesco de palabras y sentidos, nos espera en el portugués y en el gallego, lenguas de honda influencia entre nosotros.

En efecto, en portugués gandaia significa “tuna, vida holgazana, tunería”, y la expresión andar a gandaia significa “vivir en la ociosidad”. Pero en esta lengua se añade otro sentido a nuestra vieja palabra: “búsqueda de objetos de algún valor en la basura”, lo que conduce a que el derivado verbal gandaiar (muy cercano, como puede verse, al que empleamos en México) signifique, además de “holgazanear” “buscar objetos de algún valor entre las basuras”, lo que a su vez confiere al gandaia o al gandaieiro un sentido más amplio que el del trapero español y más cercano al del pepenador mexicano. Pero en portugués el gandaieiro presenta otros datos interesantes: por un lado, se aproxima en sentido a la voz árabe gandür, “parásito, hombre de mala vida”, que en castellano ha pasado como gandul y en portugués como gandulo conservando ambas el sentido de “holgazán, haragán, perezoso, vagabundo, ocioso” y que algunos lexicógrafos han propuesto alguna vez, equivocadamente, como origen de nuestra voz gandaya. Pues bien, gandaieiro en portugués también significa “pillo, truhán, tunante”, lo que señala ya un “bandido de baja estofa”, un “ladronzuelo que roba por ocasión, cuando no busca objetos de valor en la basura”, sentido muy diferente del gandalla catalán del siglo XV y XVI que Cervantes retrata con gran dignidad en el capítulo LX de la Segunda Parte de El Quijote. Estamos ante otra vuelta, quiebre o torcedura de nuestra palabra. O ya que nos hemos familiarizado con la historia de la voz, estamos ante otra wandjan o wende, ante otra ganda o gandilh de la palabra gandaya.

Veamos ahora este giro en el gallego. Para empezar, la voz gandaia tiene una segunda forma, gandaina, de donde se derivan gandainar, gandaineiro y gandainada. Pero las derivaciones de gandaia permanecen aún y dan las formas gandaiar, gandaiero y gandaiada. Si bien se preserva en el gallego el sentido de “holgazán, vagabundo” y las formas “holgazanear, vagabundear” y “holgazanería” o “vagabundeada”, algunas otras derivaciones son importantísimas para nuestro tema. El sustantivo gandallo se aplica al “hombre (o mujer) desaseado y mugriento”, lo que se aviene con la imagen del “pepenador” mexicano; pero gandaio, que suaviza la “iota” de la sílaba final, significa “pilluelo” y “holgazán”. Siguiendo esa simetría en otras voces, gandallada significa “chusma”, pero gandaiada la acción propia de un gandaia o gandaina o una junta de gandaias o gandainas, refiriéndose, por supuesto, a “vagabundos” u “holgazanes”. El derivado gandalleiro es ya un adjetivo y sustantivo aplicable a una “persona soez y despreciable” o a un “truhán”, y su forma alternativa, que también funge como sustantivo y adjetivo, gandallán (o gandallana, en femenino), recalca la mudanza de sentido aparejada al desplazamiento de valor de la “i” o “iota” intervocálica a la “ll”. Menciono estos datos fonéticos y esta especie de depuración de sentidos porque la riqueza del gallego ha promovido otro derivado léxico que nos llevará a la parte final de esta encomienda. Me refiero a la forma verbal gandallar, que significa, precisamente, “bribonear” y “pillar”, la versión más cercana en forma y sentido al agandayar de México.


Carlos Montemayor/ II y última
Sobre los mexicanismos gandalla y agandallar

Pues bien, la voz mexicana o, para decirlo con propiedad, el mexicanismo agandayar mantiene ciertos sentidos históricamente documentados desde el gótico y occitano hasta el gallego y el portugués, pasando por el catalán y el castellano mismo. Mantiene el sentido de “ladrón” del gandalla catalán, pero le agrega la condición despreciable o de baja estofa del gandaia portugués y gallego. Conserva en su sentido la “bribonería” del gandaya castellano y del gandaia gallego y lo “elusivo” o “retorcido” de las voces matrices del gótico y del occitano antiguo. Como mexicanismo ha recibido una amplia riqueza de funciones verbales y adjetivas que sólo se comparan quizás con las que ha recibido del gallego. En México se transforma en la voz verbal reflexiva agandayarse, en la sustantiva el agandaye, en el participio y adjetivo agandayado, en la forma sustantiva gandayán que en la frontera norte se aplica al que abusa de la confianza de otro y no solamente al que se apropia de lo ajeno. Pero, por supuesto, la palabra misma gandaya vuelve a servir, revitalizada, para denotar a los que están fuera del camino o que tuercen el suyo, a los asaltantes.

La ironía mexicana hace del gandaya además, en cierto modo, un tipo socarrón, puesto que no sólo se emplea para insultar o señalar con desprecio a una persona que roba con “poca clase”, sino que a menudo se la aplica a sí mismo el hablante, reconociendo entre burlas y veras que en algún momento “cayó” o “descendió” de su condición honorable al nivel del gandaya común. Aunque la voz se haya revitalizado en los bajos fondos de la frontera del norte o de las grandes ciudades del país, agandayarse no implica ya la ubicación específica o la pérdida definitiva de un estatus social, sino un giro, un quiebre, una wandjan o wenden, una gandilh pasajera. Es decir, ha perdido la rigidez social que guardaba en occitano, catalán, castellano, portugués y gallego, y ha ganado ductilidad para recorrer libremente, de ida y vuelta, todos los estratos sociales.

Para terminar, permítanme agregar una pequeña curiosidad léxica más, que nos puede ilustrar el largo camino que la voz gandaya ha recorrido hasta ser enriquecida por los mexicanos actuales. Usamos la forma verbal agandayar (llar) en vez de engandayar (llar), que sería lo más “correcto”, en parte porque seguimos la costumbre mexicana de decir “afocar” en vez de “enfocar” o “acompletar en vez de “completar” y en parte porque quizás tratamos de sugerir otros datos. En los albores de la palabra, cuando aún no se desprendía de su atmósfera catalana, engandallarse significaba “ponerse la cofia” o “recogerse los cabellos en la red de seda”. Esto es, en algún momento denotó la acción del ladrón catalán de recogerse el cabello en la gandall o gandalla, en la redecilla o cofia. Ahora, en México, agandallarse es reconocer que todos, en algún momento, podemos ser capaces de descender de nuestra condición honorable y asaltar a nuestro prójimo en muchos sentidos, no sólo a campo abierto como bandolero común.

Por último, he empleado al principio de estas páginas las formas agandayarse (llarse) y agandaye (lle) porque no estoy seguro de cuál sea la mejor opción ortográfica. A lo largo de esta reseña histórica me he apegado a la ortografía de la tradición castellana, pero presiento que el uso mexicano de estas voces nos llevará a emplear la “ll” en vez de la “y”. ¿Por qué? Presiento que los sentidos y la entonación de las voces mexicanas se aproximan más a los usos y entonaciones del catalán y del gallego que del castellano, y que la grafía con “ll” estaría más cerca de los sentidos que por tradición ha tenido la palabra en esos mismos idiomas. O sea, el uso en México determinará también su posible futura vida ortográfica.





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